dimarts, 29 de juliol del 2008

¿Hay que quemar los medios de comunicación? G. Lipovetsky

Hay que quemar a los medios?

Desde hace años hay críticas contra los medios: escuela de Frankfurt, situacionistas…

Masificación y individualización:

Los gestos más cotidianos se han ido homogenizando. En este proceso los medios no tienen más importancia que la escuela ya que los gustos se determinan por culturas de clase y señas distintivas aunque cada vez estamos más liberados, desinstitucionalizados y opcionales.

Si que han acelerado la caída de formas de sociabilidad tradicional (barrio, calle café…).

Intenta individualizar las costumbres.

Permiten la comparación y la posibilidad de replantearse sus opciones.

¿Y la cultura? Los medios distan de cumplir promesas de plena democratización de la cultura. Los best Sellers de filosofía y humanidades lo son gracias a unos centenares de venta (igual que al final del siglo XIX).

El retorno a la filosofía se da para buscar recetas para un mayor bienestar subjetivo.

Incrementan los saberes operacionales. Es función de nuestra civilización tecnocientífica, funcionalista, consumista y individualista; la responsabilidad de los medios es poca.

Destilan inseguiridad aunque hay que tener ojo ya que no consigue modificar los accidentes de tráfico (por tanto no son tan influyentes).

Medios e individualismo paradójico.

El consumo televisivo es más por costumbre que por una elección individual.

El problema actual no es la manipulación o adoctrinamiento sino las prácticas adictivas (zapping ya que con el no se puede dar adoctrinamiento).

De la sociabilidad en tiempo mediático.

Disolución de ciertas formas Vs no aniquilación de vínculos sociales (se habla de los programas, incrementa el número de conciertos, espectáculos en vivo, exposiciones… y las multitudes emocionales.

Las relaciones virtuales no amenazan las personales sinó que las complementan o ampían.

Los medios son catalizadores de concentraciones efervescentes. Estas ya no son función de ritos, costumbres, normas heredadas…

Vuelven próximo lo que resulta lejano.

Pueden suscitar, por reacción, la necesidad de reunirse, de vibrar en común.

Su poder emocional es profundo y superficial; favorecen gustos y reacciones pero no las rigen.

Liberalismo mediático y democrático.

Se ha acrecentado la personalidad de los líderes (y bajado la de los partidos). Igualmente se da una adhesión más fluctuante (antes el voto a un partido se relacionaba con la identidad de clase).

Recibimos informaciones homogéneas (poco partidismo).

No se cree en proyectos colectivos; en esto también han favorecido el escepticismo causa por los escándalos y la imagen de todos son corruptos.

Hay solidez de las democracias (no hay ningún partido que defienda otro sistema) y moderación.

Popper veía en la televisión un peligro tremendo: “ha alcanzado en nuestros días un poder colosal; incluso cabe decir que, potencialmente, se trata del más importante de todos, como si hubiera sustituido a la voz de Dios”. Pero no es verdad que tenga un poder sin límites y se sea capaz de difundir el gusto por el crimen (a pesar de todos los que se pueden ver a lo largo de un día).

A pesar de esto hay que tener presente que hoy tiene un papel crucial en la socialización de los jóvenes; es su fuente esencial.

De todas formas la pantalla no carga por sí sola con el malestar en la socialización. Otras instancias sociales, familiares y escolares están directamente implicadas. Por eso hay que esperar que el proceso a la TV lleve a otras críticas.

Por eso unas medidas limitadas al mero ámbito de la televisión no tardarán en poner de manifiesto sus límites.

Reducir las imágenes violentas en televisión está bien, pero, francamente, resulta algo insuficiente como ambición humana y democrática.

Debemos armar mejor a los jóvenes; nada es tan urgente como reflexionar sobre nuestros sistemas educativos.